Al desarrollar nuestro proyecto Una internet eco-amigable nos hemos encontrado con la evidencia de que no sólo desde la vertiente del diseño y desarrollo web podemos cambiar nuestras prácticas para añadir un criterio ecológico. También, o sobre todo, hay que prestar atención a nuestros hábitos como usuarias de internet: ¿cuánto tiempo pasamos consultando las redes? ¿Cuánto hace que no limpiamos la bandeja de entrada de nuestro buzón de correo electrónico? ¿Sabemos si nuestro proveedor aplica criterios de sostenibilidad ambiental?
La red internet es tan accesible y extensa que parece que, en medio de la abundancia, cada consulta es inocua, pero no lo es: todo lo que hacemos en la red conlleva un impacto en el planeta. Gasto de energía, consumo de datos y consumo de materiales fósiles para la fabricación de artefactos y otras infraestructuras son los principales causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y del impacto ambiental en lo que respecta al uso de internet. Cuanto más tiempo pasamos en internet, más datos consumimos (y más si navegamos sin criterio), más sobrecargamos los servidores, más gasto de energía generamos de manera directa o indirecta, más promovemos la demanda e hiperconsumo de aparatos que tienen un coste ambiental brutal (en materiales fósiles, en conflictos sociales asociados a la extracción de los mismos, en gasto energético y contaminación generada durante la manufactura, en residuos…). No es broma.
¿Por qué no empezamos con pequeños gestos? A lo largo de la guía encontraréis algunos consejos y herramientas que convendría extender como prácticas habituales. Pero a modo de resumen os dejamos nuestras «Viñetas de la internet eco-amigable» para toda persona que navegue la red y ame el planeta.